Los vampiros del espacio by Colin Wilson

Los vampiros del espacio by Colin Wilson

autor:Colin Wilson [Wilson, Colin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1976-10-15T00:00:00+00:00


7

El aire era suave, y lleno del olor de la primavera. Ahora que el campo vital de las jóvenes ya no perturbaba su equilibrio, se sentía mejor. Con alivio, sus sentidos se volvieron hacia el exterior, a la luz del sol, y la delicia fue tan intensa que resultó casi dolorosa.

Tan pronto como estuvieron entre los árboles, caminando hacia el extremo sur de la isla, él dijo:

—¿Hay algún sitio donde podamos sentarnos? Quiero decirles algo.

—Hay un banco junto a la ensenada —indicó Geijerstam.

A unos centenares de metros más allá, un arroyo corría hacia el lago. Geijerstam explicó:

—Este arroyo mana de una fuente en la cima de la colina. Lo llamamos el pozo de San Erico. Según la leyenda, San Erico pasó la noche orando cerca de la cima, en una choza de ermitaño. Al día siguiente, tenía que llevar a sus hombres a una batalla contra los finlandeses. Y a la mañana siguiente brotó la fuente del suelo, señal de que su plegaria había sido escuchada.

Un tosco banco de madera, hecho de un tronco de árbol partido por la mitad en sentido longitudinal, había sido instalado donde el arroyo desembocaba en el lago. Geijerstam se sentó: el tronco de un inmenso olmo proporcionó respaldo a sus espaldas.

Carlsen empezó a hablar inmediatamente, como si temiera una interrupción.

—Anoche me ocurrió algo extraño. La señorita Bengtsson fue a mi habitación.

Geijerstam sonrió, enarcando las cejas.

—Y ¿qué tiene eso de extraño, mi querido comandante? —por esta respuesta Carlsen dedujo que ya lo sabía.

—Por favor, déjeme terminar.

De repente, como había temido, la aversión apareció; era tan fuerte, que sintió como si una mano le agarrara la tráquea. Su rostro se enrojeció; su corazón empezó a latirle aceleradamente por el esfuerzo. Cuando habló, su voz sonó tensa y jadeante. Los otros lo miraron sorprendidos. Él balbuceó las palabras, decidido a decirlas a toda costa:

—No creo que ella pensara quedarse toda la noche. Vaya, sé que no, porque dejó la puerta de su habitación abierta y la luz encendida. Todo lo que quería decirme es que yo le había estado robando energía… Y lo que es más, yo no intenté acostarme con ella. Llevo casado cinco años, y en todo ese tiempo no he besado a otra mujer…

—¿Se encuentra usted bien? —le preguntó Fallada.

A pesar de la luz del sol, sus dientes empezaron a castañetear, y su cuerpo se quedó frío. Cerró los puños y los apretó contra sus caderas. Era una sensación no distinta de la que solía experimentar cuando despegaba de la Tierra durante su entrenamiento como astronauta. Continuó hablando, aunque su voz estaba ahogada.

—Déjeme terminar. Ya ven, ella tenía razón. Yo soy un vampiro. Me di cuenta cuando me tocó. Aquella maldita mujer seguía allí. Pero dentro de mí. Yo no estoy loco. Lo sé… Sé que esto suena extraño; pero incluso ahora, algo está tratando de impedirme que les diga esto. —Se retrepó contra el tronco del árbol, y la presión le produjo una sensación de comodidad. Aspiró profundamente—. Déjenme tranquilo un instante. Esto se me pasará.



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